sábado, 4 de julio de 2009

Desolación y olor a muerte en una Nueva Orleans desvastada

Lunes 05.09.2005 Clarín.com El Mundo
DESASTRE EN EE.UU. - CLARIN EN NUEVA ORLEANS: LA CIUDAD ARRASADA POR EL HURACAN KATRINA
Desolación y olor a muerte en una Nueva Orleans devastada
Clarín recorrió barrios cubiertos por aguas hediondas, donde las autoridades estiman que hay cadáveres sepultados. Toda la zona está militarizada. La histórica cuna del jazz es hoy la imagen del desamparo.
Hinde Pomeraniec. NUEVA ORLEANS ENVIADA ESPECIAL hpomeraniec@clarin.com"Move on, move oooon", grita histérico el policía cerca de Hartmond, en Louisiana, mientras acomoda los conos con los que se indica que hay un corte de ruta. Está nervioso y da miedo. Parece salido de una película de Tarantino y el argumento más lógico diría que el hombre debe enloquecer en los próximos dos segundos y comenzar a disparar. Hay mucho nervio por aquí, las colas de gente que quiere ir para el lado de Nueva Orleans es infinita y el calor revienta los sesos de cualquiera. Decidimos hacerle caso porque el sujeto no escucha razones. Llegamos hasta aquí a puro instinto, siguiendo un camino que nos trazó un colega de la CNN y los retenes se van poniendo cada vez más exigentes. Una fila infinita de camiones de todo tipo pone rumbo al oeste: electricidad, agua, comida, bomberos. Un desfile incesante de vehículos militares, con camiones del Ejército y hummers llenos de soldados que saludan a la gente, sacude la ruta llena de autos abandonados por falta de nafta y fragmentos de neumáticos reventados. También algún perro muerto. No paran de pasar los helicópteros por encima de nuestros cerebros.Voy con Pablo en un auto alquilado. Somos dos periodistas argentinos queriendo llegar a la ciudad que agoniza bajo el agua. Hace días que estamos haciendo base en Mobile y moviéndonos por Biloxi y Gulfport, en Mississippi, donde el huracán Katrina dejó un recuerdo imborrable de destrucción y muerte y ahora vamos hacia el lugar que el gobierno de EE.UU. dejó librado a su destino durante cinco días. Nueva Orleans sobrevivió en principio al huracán pero al día siguiente de su paso los diques que contenían al lago Pontchartrain cedieron y la cuna del jazz sucumbió. Quienes están ahí adentro cuentan cosas horribles. Que los muertos se amontonan en depósitos, que hay cadáveres por todos lados. Que la violencia de los despojados se disparó en un festival macabro de saqueos, violaciones y ataques a las fuerzas de seguridad.Una tremenda 4x4 se aparece en el camino. Desde adentro, alguien saca y muestra a los policías ubicados en el checkpoint una enorme placa que dice NBC, la cadena de la que es propietaria la General Electric y que aquí juega de local y fuerte. Keith, el chofer, tiene la mejor de las disposiciones. Va con un par de periodistas y nos dice que nos pongamos detrás suyo. Que él nos abre el camino y nos guía. Va para el centro de Nueva Orleans bordeando la mayor parte de la ciudad intransitable por el agua y ya entró varias veces. La conoce. Se lo ve seguro.Gracias al amigo americano, el policía de turno nos marca con tinta blanca indeleble el vidrio del auto, señal de que desde ahora en más no van a molestarnos. Al menos no tanto.Bordeamos colas interminables de gente que quiere volver a sus casas o visitar a parientes, o personas que llevan víveres o agua para los desamparados, más todo el resto del universo de la emergencia, que transporta desde generadores hasta remedios para las víctimas del desastre.Damos vueltas y vueltas; el escenario comienza a transformarse. Pantanos que dan miedo a cada lado de la ruta. Ingresamos a la ciudad, son los suburbios. Hombres y mujeres llevan en carritos de supermercados cajas que les acaba de dar el Ejército de Salvación. Cruzan tomando botellitas de agua. Algunos van en bicicletas, con su carrito al lado. Hay postes de electricidad tirados y cables sueltos por todos lados. Hay gente que está parada en las veredas con carteles. Piden comida. Un hombre en silla de ruedas mendiga y reza. A su lado, un adolescente se devora un paquete de papas fritas que le acaba de dar el chofer de la NBC. Más vueltas y vueltas por la Tchoupitolas, una calle que rodea el centro de Nueva Orleans. La ciudad está vacía y militarizada. Techos derruidos, árboles caídos, vidrios rotos. Mucha basura.A cada paso hay un vehículo con un soldado custodiando edificios y esquinas, Sobre la calle Eleonore, hay una serie de casitas típicas, de madera y balcón al frente, con pequeñas escaleras y puertas vaivén con mosquitero. Las hamacas están vacías y no hay siquiera viento que las mueva. Hay autos abandonados, otros destruidos, aplastados. Un Walmart es la foto de una película de anticipación. Totalmente cerrado, una decena de autos espera que sus dueños vuelvan a buscarlos.Las mansiones del boulevard Napoleón son mudos testigos del desastre. Se levantan imponentes en medio de un paisaje desolador de árboles arrancados y mugre esparcida. Las iglesias están cerradas. Es domingo y el silencio es total. Lo único que se escucha es el ruido de nuestro de miedo ¿¿No hay nadie aquí??A la derecha, un cartel indica que ahí está el Audubon Zoo y uno no puede dejar de preguntarse qué habrá sido de los animales de ese zoológico si a las personas las trataron con tanta indiferencia y desdén.El olor comienza a ser fuerte. Pablo dice que es olor a muerto y él sabe de eso. Le tocó cubrir para distintos medios el tsunami en el sudeste asiático en diciembre, y estuvo allí 15 días. Dice que la gente confunde el olor a cloaca y basura con éste, que es distinto, penetrante y dulzón hasta el vómito.Empiezan a aparecer señales de lo que fue una zona comercial de Nueva Orleans: Starbucks, Whole Foods Market, Bank of Nuew Orleans, dicen los carteles. Varios tienen maderas sobre los vidrios, pare evitar los saqueos. Por allí pasa un hombre muy delgado, camisa abierta, barba de días, ojos de noche. Es negro y tiene hambre. Es lo único que tiene. "Me quede sin casa y estoy solo", dice. Está descalzo.Un cartel en azul y blanco nos dice que somos bienvenidos al centro de Nueva Orleans. Vamos por Corondelet y Perdido (qué nombre para una calle en esta ciudad). Unos metros después está la plaza Lee Circle y ahí nomás se aparecen los nombres de cadenas de hoteles importantes: Intercontinental, Marriot.No se ve a nadie, las tareas de evacuación están dejando a este lugar completamente solo. Los carteles son tan familiares: Western Union, United Fruit and Company. Un café de la cadena Rue de la Course, en la Saint Charles, tiene todos los vidrios rotos y señales inequívocas del saqueo. Un hombre de pelo largo y blanco, vestido con un short, una camisa sucia y deshilachada y en pantuflas camina con una botella de cerveza vacía en la mano. Como si fuera un chupete, de a ratos la lleva a la boca. No va a ningún lado. Como pequeños fantasmitas, tres turistas alemanes pasean en bicicleta. Los hombres son rubios y cincuentones, ella tiene el pelo teñido de negro rabioso y varias cirugías. No queda claro qué buscan...Ahí está el agua. A la vuelta de la esquina comienza el antiguo barrio francés, hoy a la deriva tras la inundación. Hay agua por todas partes, son cursos desobedientes que se desvían caprichosos por las calles y que en algunos casos llegan a varios metros de profundidad. Tiene un color oscuro, muy oscuro. Hay olor a podrido y no se escucha ningún ruido. Dicen que no lejos de aquí hay un depósito con cientos de cadáveres. Pero quién se anima a meter un pie en estas aguas hediondas y con quién sabe qué colchón de podredumbre debajo.Dos policías con pasamontañas buscan intimidar a los revoltosos que se convirtieron en el nuevo enemigo de EE.UU. Katrina no puede ser un blanco: fue viento y voló. En cambio, aquellos que muestran el lado oculto del país más poderoso, los que amenazan, saquean, disparan y vociferan insultos contra el gobierno, se han convertido en el objetivo a perseguir con "tolerancia cero", como dijo George Bush.Los militares que siguen llegando en largos convoyes escoltan a los miles de solitarios desamparados que son transportados al aeropuerto Louis Armstrong, desde donde los desvían a distintos puntos del sur del país: Houston, San Antonio, Baton Rouge. El silencio es tan profundo que hasta parece un blues.

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